¿Qué quieres que haga por ti?
4 pautas para recibir un milagro del Señor, desde San Marcos 10,46-52.
- OÍR el paso del Señor, estar atentos, escuchar y reconocer su voz cuando nos habla.
- GRITAR, es decir: clamar con fuerza, suplicar, orar, rogar al Señor. Insistir una y otra vez en la oración, una oración que sea corta, pero que en ella se reconozca a Jesús, su grandeza, y que al final de la oración, solo al final: realicemos nuestra petición.
- ACERCARSE a Jesús, dejando nuestras seguridades, levantándonos de donde estemos cómodos, o sea: ponernos en pie, tomar acción, actuar, hacer lo que Dios nos pide que hagamos.
- TENER PRESENTE LO SE QUIERE, saber con exactitud que queremos del Señor.

Marcos 10, 46b - 52:
"El hijo de Timeo, Bartimeo, un ciego que estaba sentado al costado del camino pidiendo limosna, al oír que pasaba Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡"Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí"! Muchos lo reprendían para que se callara. Pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Entonces, Jesús se detuvo y dijo: ¡Llámenlo!. Llamaron al ciego, diciéndole: ¡Animo, levántate! Que Te llama. Y él, arrojando su manto, se puso en pie y se acerco a Jesús. Jesús, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contesto: Maestro ¡quiero recobrar la vista! Jesús le dijo: ¡Vete, tu fe te ha salvado!. Y al instante, recobró la vista y seguía a Jesús por el camino".
Entonces, observemos en detalle ¿Cómo el ciego Bartimeo logra que Jesús haga el milagro de devolverle la vista?
- El ciego Bartimeo, inicialmente lo que hace es OÍR que pasaba Jesús (v47), aunque era ciego, tenía muy bien afinado su oído, no solo estaba atento DE LO QUE pasaba por el camino, sino que, estaba atento DE QUIEN pasaba por el camino.
Primera reflexión que nace de esta parte del relato: nosotros, a diferencia del ciego Bartimeo, contamos con la ventaja y la bendición de tener ojos y oídos, cada vez que pasa Jesús por nuestro camino, por nuestra vida:
- ¿Lo vemos pasar? o ¿lo oímos cuando pasa?. Por ejemplo, cuando escuchamos las lecturas de la misa, o en el evangelio, reconocemos su voz?, sus palabras? Porque es allí cuando Jesús vuelve a hacerse presente, allí Jesús pasa nuevamente. ¡Grandioso si lo vemos pasar!, o ¡bendecidos si escuchamos que va pasando!, porque ese es el primer paso que nos enseña este relato para alcanzar un milagro del Señor: OÍR que va pasando Jesús.
- O por el contrario: triste cuando aun no reconocemos que una y otra vez Jesús está pasando, triste si nosotros no logramos diferenciar su voz en la Palabra de Dios.
- O más triste aun: cuando dejamos de estar atentos al paso de Jesús y nos centramos, solo a oír las cosas del mundo: nos dejamos invadir de las malas noticias, estamos atentos pero a la tv, las novelas, pendientes del celular, las redes sociales, oímos radio o música que su ruido no nos deja escuchar el paso de Jesús, oímos todo, pero tristemente todo eso, nos desconcentra de lo más importante: escuchar la voz del Señor.
Lo segundo que hizo el ciego Bartimeo para alcanzar el milagro de Jesús fue GRITAR (v47 y 48), gritar, suplicar, clamar con fuerza, rogar a Jesús, y aquí rogar es una forma de ORAR. Si el grito de Bartimeo lo tomamos como una oración, miremos como esta corta oración lleva una fuerza gigantesca, al decirle: "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi": se muestra que
- Lo primero que hace Bartimeo es nombrar a Jesús, con esto sabe y reconoce a quien se está dirigiendo, al Salvador, el Señor, Dios mismo.
- Lo segundo: le da un titulo: Hijo de David, es decir, lo reconoce como rey descendiente de rey, parte del pueblo de Dios e Hijo de Dios, y
- Lo tercero en esta oración: solo a lo último, le hace la petición, le pide que tenga compasión de él.
Observemos que ésta-muy corta oración nos enseña una de las maneras para dirigirnos a Dios: 1° saber a quién nos dirigimos, reconocer que hablamos con el mismo Dios, 2° reconocer la grandeza de Jesús, a través de uno de sus títulos: Hijo de David, el Mesías, el Ungido, el Hijo de Dios, el principio y el fin, el alfa y la omega, entre otros, 3° y solo luego, al final de la oración, hacer nuestra petición.
No al contrario como muchas veces nos puede pasar cuando nos centramos en pedir y pedir cosas y cosas, y olvidamos previamente reconocer la grandeza y majestad del Ser todopoderoso a quién nos estamos dirigiendo.
El relato continúa en el V48 diciendo que mucha gente reprendía al ciego para que se callara, pero él gritaba más fuerte. Nos puede suceder esto a nosotros: nos podemos encontrar en el camino, gente que intente hacernos desistir de las cosas de Dios, desistir de las oraciones, de las suplicas, desistir de buscar a Dios en nuestra vida. Multitud de gente que quizás ante una dificultad, una enfermedad, un problema o un tema complicado, intente decirnos que es caso perdido, que es tiempo perdido, que no vale la pena insistir, que callemos o dejemos de orar a Dios, pero aquí el ciego Bartimeo nos muestra un gran acto de fe; nos enseña que ante las dificultades, ante la oposición y adversidad de los demás, debemos insistir, persistir, no desfallecer, perseverar en nuestras intenciones, perseverar en la confianza de que nuestras oraciones serán escuchadas. Y en el V49 dice el relato que ante la insistencia del ciego Bartimeo, Jesús se detuvo y mandó a llamarlo, Jesús con el acto de detenerse, nos muestra que nuestras suplicas son importantes para él, que él nos presta atención y que nos escucha.
Lo tercero que hizo Bartimeo para conseguir un milagro fue ACERCARSE a Jesús, y para acercarse al Señor, antes: escucha el llamado, ¡deja su manto!, arroja su manto y se levanta del lugar en donde estaba sentado, actúa y se pone en pie (v50). Observemos que Jesús se detiene ante la insistencia del necesitado, pero no se devuelve, lo manda a llamar y es el necesitado quien se acerca rápidamente a Jesús.
Ahora veamos como el manto representaba para el ciego todo lo que el tenia, todo y a la vez, lo único que el tenia, y aun así, lo dejó. Este ejemplo de fe que nos da Bartimeo para acercarnos al Señor, es una entrega y confianza total en Dios, implica dejar todo: nuestras seguridades, nuestras comodidades, levantarnos y salir de nuestra zona de confort. Nosotros, ¿estaríamos dispuestos a dejar nuestro manto?, aquellas cosas que nos hacen sentir protegidos, seguros?, (nuestros bienes materiales, nuestra economía, nuestros ingresos, nuestro empleo?).
Si Jesús nos manda a llamar así como lo hizo con el ciego Bartimeo, también ¿estaríamos dispuestos a levantarnos y ponernos en pie?, estaríamos dispuestos a actuar, caminar y hacer lo que el Señor nos pide que hagamos? O simplemente buscaríamos el milagro a nuestra manera?, suplicando pero bajo nuestras condiciones, por ejemplo rogándole al Señor de los milagros que nos conceda "x" o "y" milagro y que si se hace el milagro, DESPUÉS nosotros le pagamos una promesa, pagamos una misa o vamos a Buga, mientras que la palabra de Dios nos invita a dejarlo todo y acercarnos a Jesús ANTES de que ocurra el milagro!. Como lo vuelve a decir Jesucristo en el evangelio de San Jn (15,7): "Si permanecen en mi, y obedecen mis palabras, PEDIRÁN LO QUE QUIERAN y LO OBTENDRÁN"!. Queridos lectores: ¿cómo nos acercamos nosotros a Jesús? ¿a nuestra manera o a la manera de la palabra de Dios?.
Y lo cuarto que hizo Bartimeo previo al milagro de Jesús fue TENER MUY CLARO LO QUE QUERÍA, es decir, sabía con exactitud lo que quería que Dios hiciera en su vida.
Después de que Bartimeo se acerca a Jesús, (v51) el Señor le pregunta: "¿Qué quieres que haga por ti?", y el ciego sin vacilar le responde: Maestro, ¡quiero recobrar la vista!. En ese tiempo Jesús le preguntó a Bartimeo, y hoy querido oyente, el Señor te pregunta a ti y a mí: "¿Qué quieres que haga por ti?", que responderías tú?, seria tu respuesta como la de Bartimeo: rápida, certera y sin dudar?, o no tendrías ni idea que pedirle? Sino lo tienes claro, ¡estás en riesgo de perderte un gran milagro!.
Un consejo: no pida cosas pequeñas, no pida cosas materiales, tampoco pida cualquier cosa que se pueda comprar con dinero: como una casa, una moto, un carro, una finca, un viaje, vacaciones, estudios, etc, etc. ¡Pida cosas grandes!, sepa que esta ante Dios Todopoderoso, ¡pida en grande!, pida todo aquello que no se puede comprar ni teniendo todo el oro del mundo: como la salud, el Espíritu Santo y sus dones espirituales, amar y perdonar.
Recuerdo a una Sra. como hace dos semanas, en el grupo bíblico decía: la tarea más difícil que el Señor nos ha dejado es Amar a Dios y perdonar a los demás, con todos los años que tengo, decía ella, no he podido con eso, me cuesta perdonar. Y la verdad es así, por nosotros mismos es difícil hacerlo, ¿Cómo podemos dar algo que no tenemos?, porque el amor y el perdón son dones, regalos que vienen de Dios y si no los pedimos, es muy difícil que en nuestras propias fuerzas seamos capaces de perdonar o amar a los demás.
Perdón y amor son dos regalos de Dios que no se pueden comprar con oro o plata; mientras que si pedimos a Dios una casa, una moto, un carro, un celular, una tablet, o cualquier otra cosa material, eso si se puede comprar con dinero. Por lo tanto, intente no pedir esas cosas pequeñas, ¡vaya por lo grande!
También en este momento, se me viene a la mente el texto del rey Salomón, cuando Dios le hace una pregunta muy similar a la que le hizo al ciego Bartimeo: "¿Qué quieres que haga por ti?", es una historia que la podemos encontrar en el A.T. 1Re 3 y 5 (1Re 3,5ss; 1Re 5,9):
Se las resumo: "El Señor le dice al rey Salomón: ¡Pídeme lo que quieras!, y saben lo que le pidió el rey?.... le pidió inteligencia y que le enseñara a escuchar. Observemos que aquí el rey no pidió cosas materiales, aunque pudo haberlo hecho, pero prefirió ir por bienes mucho más grandes, y Dios le dijo: TE DARÉ lo que has pedido: y le dio una sabiduría e inteligencia extraordinarias, y le agrado tanto a Dios lo que el rey Salomón le pidió, que como si fuera poco, le dijo: te concederé también lo que NO HAS PEDIDO: riquezas mayores a las que ha tenido cualquier otro rey.
¡Qué maravilloso es pedir a Dios cosas que solo él puede dar!, como la Sabiduría, inteligencia y el don de escuchar, tal como lo hizo el rey Salomón, y si sabemos pedir los mayores bienes, miremos que Dios en su infinita generosidad, nos concede adicionalmente, por añadidura: nos da riquezas de todo tipo. Como dice en el Sal 37,3-4: confía en el Señor, deléitate en él, entrégale a Dios tu amor, y él cumplirá LO QUE PIDA TU CORAZÓN.
Así podríamos traer al programa otros ejemplos en los cuales Dios vuelve a decir: ¡pídeme lo que quieras!, "¿Qué quieres que haga por ti?", solo recordemos un último ejemplo, lo que le ocurrió a Santo Tomas de Aquino, cuando el Señor le dijo: ¡pídeme lo que quieras, y Santo Tomas, pidió un gran regalo, el don del amor, pero no amor para amar a cualquier persona, sino amor para amar a Dios. ¡Pídeme lo que quieras! le dice Dios y Santo Tomas le respondió inmediatamente: "Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más".
También en este ejemplo, volvemos a ver qué Santo Tomas de Aquino no pidió ninguno bien material, esto nos lleva a la siguiente reflexión: para nosotros hoy en día, si el Señor nos hace esta misma pregunta: "¿Qué quieres que haga por ti?", o ¡pídeme lo que quieras: ¿Será que nosotros también pediríamos bienes que no se pueden comprar con dinero, bienes espirituales? o ¿pediríamos bienes materiales o corporales?. ¿Qué le pediría usted a Dios?
En resumen, recordemos entonces, los 4 pasos para conseguir un milagro de Dios:
- OÍR el paso del Señor, estar atentos, escuchar y reconocer su voz cuando nos habla.
- GRITAR, es decir: clamar con fuerza, suplicar, orar, rogar al Señor. Insistir una y otra vez en la oración, una oración que sea corta, pero que en ella se reconozca a Jesús, su grandeza, y que al final de la oración, solo al final: realicemos nuestra petición.
- ACERCARSE a Jesús, dejando nuestras seguridades, levantándonos de donde estemos cómodos, o sea: ponernos en pie, tomar acción, actuar, hacer lo que Dios nos pide que hagamos.
- TENER PRESENTE LO SE QUIERE, saber con exactitud que queremos del Señor.
Adicional a esto, la Palabra de Dios que hemos leído nos regala otras 3 enseñanzas maravillosas:
- La primera: Dios transforma lo imposible: recordemos que inicialmente Bartimeo estaba ciego, una situación humanamente imposible de cambiar, pero Bartimeo al acercarse a Dios, al final termina recobrando la vista, puede ver. Por mas difíciles que sean nuestras situaciones, por más complicados que se sean nuestros problemas, aunque ya humanamente sea imposible tratar nuestras enfermedades, dolencias u otras circunstancias de nuestra vida, si confiamos en Dios, le suplicamos una y otra vez, y nos acercamos a su encuentro, el Señor transforma todo, Jesús puede devolvernos aquello que creemos imposible, como le devolvió la vista al ciego Bartimeo, también quiere hacerlo contigo, quiere ayudarte en tus situaciones, quiere darte la solución a tus problemas y cambiar lo imposible por un nuevo comenzar, una nueva vida, ¡lo hará, si tu lo quieres y si tu se lo pides con insistencia!.
- La segunda enseñanza del evangelio: es que nos permite identificar un verdadero cristiano: al inicio del texto, Bartimeo estaba sentado al costado, al borde del camino (v46b) y acaba de pie, cerca de Jesús, a su lado, con el milagro de volver a ver y, termina siguiendo al Señor por el camino (v50 y 52). Es decir, un verdadero cristiano, luego de recibir un milagro, abandona completamente su condición pasada y decide caminar junto a Jesús, empieza a seguir sus pasos. Esa si es una gran tarea, una gran invitación, un gran ejemplo que nos da Bartimeo, una vez que se recibe un milagro de Dios, nuestra vida deja de ser la misma, dejamos atrás TODO, solo nos mueve seguir el camino, y quien es el camino?, el ¡camino es Jesús! (Jn 14,6).
Me llama la atención que aunque Bartimeo era ciego, él tenía muy bien desarrollado, muy bien afinado su oído, no era sordo, ¡sabia escuchar!.
Bartimeo curiosamente tenía una gran ventaja sobre nosotros; que, aunque tenemos ojos y oídos, NO VEMOS, NI OÍMOS, no sabemos escuchar la voz del Señor, por ejemplo cuando la Palabra de Dios dice: ámense los unos a los otros (Jn 13,34), amen a sus enemigos, oren por ellos (Mt 5,44), traten bien y bendigan a sus enemigos (Lc 6,27); nosotros, en cambio hacemos todo lo contrario: hablamos con alguien y si no está de acuerdo con nosotros hablamos cada vez más fuerte, levantamos la voz, gritamos, nos enojamos con mucha facilidad, guardamos rencor, rápidamente nos enfurecemos, odiamos, nos llenamos de rabia y de ira, y sin contar que muchas veces respondemos con groserías y malas palabras.
Como dice Jesucristo en Mc (8,17-18): todavía no entendemos ni comprendemos la Palabra de Dios, tenemos la mente cerrada, tenemos ojos y no vemos, tenemos oídos y no oímos, o como dice Jesús también en Mc (4,11-12): cuando estamos fuera del camino, por más que miramos, no vemos, ni comprendemos, y añado: por más que nos hablen, no sabemos escuchar; por más que nos muestren las cosas, no queremos mirar; por más que nos enseñen de Dios, no nos gusta aprender; por más que nos den ejemplo, nos cuesta mucho seguirlo. ¡Esa es nuestra realidad!, ¡esa es la gran diferencia del ciego Bartimeo con todos nosotros!. ¡Necesitamos un nuevo corazón!
- La tercera enseñanza: Dios nos da mucho más de lo que pedimos: recordemos que Bartimeo, no solo era ciego, sino que en el v46b nos dice que también era limosnero, es decir, también mendigaba, pedía limosna, similar a un indigente hoy en día. O similar a nosotros cuando nos conformamos con las sobras o migajas de los demás, eso es precisamente lo que hacemos cuando mendigamos amor a una persona, mendigamos tiempo u oportunidades a una pareja.
Aunque Bartimeo era ciego y padecía de mendicidad, él, en el v51 solo le pide una cosa a Jesús: ¡recobrar la vista!, luego, el ¡Señor obra!, ¡hace el milagro!, le devuelve la vista, es decir, le da la sanación física, PERO además, Jesús también le da la sanación espiritual: la salvación; una nueva vida, el reino de Dios; es más, si volvemos a leer el v52, Jesús dice: "vete, tu fe te ha salvado, y al instante recobró la vista". Bartimeo primero recibió la salvación y luego la sanación, Dios nos da primero lo más importante: El reino de Dios en el cielo y luego si, la sanación que pedimos en la tierra. ¡Dios nos da mucho más de lo que pedimos!.
Como secreto de confesión, o sea, ¡no se lo pueden contar a nadie!: lo primero que yo le pedí a Dios, fue algo similar a lo que le pidió el ciego Bartimeo, le pedí sanación física y mental: y el señor me lo concedió, pero también me ha regalado otras cosas, ¡cosas mucho mayores!, por ejemplo una de ellas: CONOCER a Dios, aprender de su Palabra, LO POCO O MUCHO que yo sé sobre las Sagradas Escrituras, ¡es por gracia de Dios!, ¡es un regalo del Señor!, no es merito mío, no es fruto de mis esfuerzos, ni porque me crea inteligente, porque no lo soy!. ¡No soy nada!, ¡Dios lo es todo! como decía la Hna Clare Crokett.
De hecho: soy todo lo contrario, recuerdo que desde mucho antes, he sido algo terco, cerrado de cabeza, de lento aprendizaje, hago memoria y en mi mente tengo, que tanto en el colegio como en la universidad fui un estudiante promedio, del montón, por no decir, mediocre, y ¡eso si me daba pena! porque tengo un hermano mayor: Germán, que es súper pilo, él si es inteligente, sacó siempre el primer puesto en todos los grados, se ganó medallas y todas las menciones de honor, es tan teso que ahora enseña matemáticas, y en contraste yo: joven inexperto, necio y sin juicio, era la Palabra de Dios (Prov 7,7) que resonaba en mi cabeza y en el corazón a cada rato, y como aparte, tenía poca retentiva, volvía y se me olvidaba, y cuando eso sucedía, volvía Dios a recordármelo con otro Prov (8,5): hombre inexperto: aprende prudencia; joven necio, terco: aprende a tener juicio. Y ¿Cómo me hablaba Dios?, ¡se preguntaran ustedes!, pues el Señor habla todos los días, no solo a mí, sino a todos, lo hace en las lecturas de la misa, es Palabra de Dios y esa es una de las maneras como nos habla a cada uno de nosotros!
En ese entonces, esas palabras eran muy duras para mí, pero como son Palabras de Dios, son verdaderas, ¡él me conoce mejor que nadie!, ¡incluso mejor que yo mismo!. El otro día me reía, recordando esto, resulta que llegó a mi casa una persona muy allegada y me decía, usted desde niño SIEMPRE ha sido muy sabio, inteligente, SIEMPRE disciplinado, desde niño SIEMPRE juicioso y obediente, y yo entre mí, pensaba: ¿de quien será que está hablando?, ¡porque de mí no es!, e incluso lo comparaba con las palabras que el Señor me había dicho antes y ¡NO CONCORDABAN EN NADA!, recuerdo que ese día volví a explicarle a esa persona que yo no era lo que el decía, pero el no escuchaba y continuaba, entonces ¡lo dejé que dijera lo que deseaba!, y así son muchas veces los halagos humanos: ¡contrarios a lo que nos dice Dios!, solo Dios es el único que nos conoce muy bien, y el Señor por ninguna razón nos dice falsedad o mentiras.
En conclusión: Dios nos da mucho más de lo que pedimos: hace menos de 4 años le pedí sanación física y mental, y me la dio, además de abrirme el entendimiento, me regaló la gracia de aprender de él, conocerle a través de su palabra, y HOY seguirle y servirle!. Todo esto no por mis propios meritos, sino como un regalo de Dios, una bendición, la sola gracia del Señor. A mí me ayudó!, y si ustedes lo intentan, también lo hará, de eso ¡estoy completamente seguro!
Los invito a finalizar con una oración:
Oh, ¡Padre todopoderoso!, ¡creador del cielo y de la tierra!, te rogamos escucha nuestras súplicas así como lo hiciste con el ciego Bartimeo.
Permítenos reconocerte cada vez que pasas por nuestro camino, afina nuestros oídos para escuchar tu voz en cada una de las lecturas de la Santa Misa.
Te rogamos que nos fortalezcas en la oración y que nos llames una y otra vez más a acercarnos a ti: ayúdanos a levantarnos cada día y hacer lo que tú nos pides.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo amado, te imploramos que nos enseñes a identificar lo que en verdad es importante pedir, ilumínanos Padre Nuestro para saber ¿Qué debemos pedirte?.
Y a ti virgen María; que llevaste la Palabra hecha carne dentro de tu vientre y también meditabas la Palabra en tu corazón, ayúdanos a hacer lo mismo: a meditar diariamente la Palabra de Dios en nuestros corazones y vivirla en cada paso que demos. Intercede Madre nuestra por todas nuestras súplicas, y que toda la gloria sea para el Padre, para el Hijo y para el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.
Martín Rodrigo Villa M.Sc.